viernes, 29 de agosto de 2008

EL "SUPERYO CULTURAL O SIMBÓLICO"

2º AVANCE MONOGRÁFICO

TEMA: “EL SUPERYÓ CULTURAL O SIMBÓLICO”.


En la siguiente monografía se intentará llevar a cabo un recorrido bibliográfico y una reflexión sobre el “superyó cultural o simbólico”, la “religión” (como estrategia para la renuncia a los impulsos instintuales); y las diferentes prohibiciones morales y religiosas, como obligaciones culturales, a partir de las obras de Sigmund Freud y otros autores vinculados con el tema en cuestión.

La cultura puede considerarse como una forma o un producto específico de la vida social humana, (en oposición a la vida de los “animales”) y de la inserción de esta especie en la naturaleza. Una concepción más popular de esta palabra la convierte en un atributo individual, consecuencia de la educación, que contribuye eminentemente a la formación de la individualidad. También referido a la noción de instrucción: “tener cultura”. La cultura se compone por elementos en interacción: lo cotidiano, los hábitos, las mentalidades, las costumbres, las normas(los tipos ideales de comportamientos valorados por el grupo), los sistemas de símbolos, etc.[1]

Las obras Freudianas que se tratarán en la siguiente monografía son: Tótem y tabú, de 1913, en la cual dirige su atención hacia los fenómenos socio-psicológicos.
Aquí propone una hipótesis polémica sobre el origen de la humanidad y de sus instituciones sociales y religiosas. Sostiene que la aparición de las estructuras sociales, de las restricciones morales y de lo religioso está unida a un Complejo de Edipo que llama “Colectivo”. También lo relaciona con la Horda Primordial de los hombres salvajes, donde la figura paternal se ve como un tótem, dando lugar al primer tabú como base de la religión: prohibición de matar al animal totémico y prohibición del incesto, como normas morales, religiosas y culturales. Éstas hacen posible el surgimiento de la sociedad a partir de la renuncia a las pulsiones, para poder lograr la convivencia humana, impuesta por el principio de realidad.
La vida de los salvajes es un estadio previo de nuestro propio desarrollo cultural. Aquí podemos encontrar concordancias entre la psicología del salvaje y la del neurótico.
Para explicar esto Freud toma el ejemplo de los salvajes de Australia. Ellos se rigen por el totemismo, el cual toma el lugar de las instituciones religiosas y sociales. Un tótem es un animal pero, también puede ser una planta o una fuerza natural. Es un antepasado benefactor y protector que une a los miembros de la estirpe más que los mismos lazos de sangre.
En cada tótem siempre está la norma de la exogamia, o sea la prohibición del vínculo sexual entre los miembros del mismo clan totémico.
Si alguien viola la norma, toda la tribu lo castiga como si se estuviera defendiendo de una seria amenaza o enfermedad.
El tótem se puede relacionar con los sistemas simbólicos. Éstos dan sentido a un modo de vida y expresan la imagen de la sociedad en que cada miembro se reconoce relativamente. El símbolo se presenta como la asociación social particular de un soporte concreto (objeto, imagen, palabra) con una significación abstracta que posee una carga afectiva, emocional y también el “potencial de algo sagrado”, como lo es el Tótem. En relación al discurso social común, los sistemas simbólicos son cristalizaciones mientras que los conjuntos de representaciones funcionan más bien como campos de fuerza, no “visibles”. Entonces estos símbolos están en estrecha interacción con las representaciones de una sociedad.[2]
El Tótem es heredado en línea materna o paterna. Si el Tótem se hereda de la madre, entonces los hijos no podrán tener comercio sexual ni con su madre ni con sus hermanas, ya que son del mismo Tótem y viceversa.
La prohibición del incesto va más allá, ya que también la iglesia católica prohíbe el casamiento de primos entre sí.
El grupo totémico pertenece al “sistema clasificatorio”, lo cual significa que un hijo llama “padre” no solo a quien lo engendró, sino a cualquier hombre que pudiera haberse casado con su madre. Llama “hermano” no solo a los hijos verdaderos de sus padres, sino a los hijos de todas las personas nombradas, que mantienen con él una relación parental de carácter grupal, etc.[3]
A esto se lo puede relacionar con el cristianismo, ya que sus miembros llaman “hermanos” a otros miembros de la misma institución.
El psicoanálisis permite entender el “horror al incesto” como un rasgo infantil, que concuerda llamativamente con la vida anímica del neurótico, ya que este inhibió su desarrollo regresando a la etapa infantil en una fijación incestuosa, que la persona normal reprimió. Esta etapa infantil es la llamada fálica, donde se da el complejo de Edipo. Aquí se señala la primera elección de objeto sexual, que es incestuosa (la madre o el padre).
La palabra “Tabú” es totalmente relacionable al tema en cuestión, es una palabra polinesia que significa “sagrado” por una parte, y por otra “prohibido y peligroso”; la llamada figura totémica que en el caso edípico es parental. Pero no es algo prohibido por un dios, sino que es la norma misma quien prohíbe, y con el tiempo el tabú empezó a prohibir por sí solo.
“Las prohibiciones de tabú carecen de fundamentación…”. Según Wundt (1906) se supone que el tabú es más antiguo que los dioses, y se remonta a las épocas anteriores a cualquier religión. [4]
Cabe analizar esto como una posible hipótesis de que nos limitamos y sometemos a cosas que se prohíben, que no sabemos ni por qué y que ni pensamos en cuestionarlo, sino que estamos convencidos de que si las violamos se nos castigará.
En el cuarto ensayo, Freud trae a su obra a Frazer. Para éste, el totemismo es tanto un sistema religioso como social. Religioso porque apunta al vínculo de mutuo respeto y protección, entre un hombre y su tótem; y social porque regula las relaciones entre los hombres. También dice que los miembros del linaje por regla general creen que descienden de él. (Freud, S. 1913). Y, esto es típico de las instituciones religiosas.
Ahora bien, ¿de dónde surge el horror al incesto? Evidentemente no es una repugnancia hacia el comercio sexual entre parientes de la misma sangre, porque hoy en nuestra sociedad (y en la de Freud también) este no es un suceso raro. La respuesta está en la costumbre y en la ley que es impuesta por algo externo.

En cuanto a la religión, esta representa un momento importante en el desarrollo evolutivo de la humanidad.
El aporte de Freud en la historia del pensamiento y de la historia de la psicología estuvo influido por el evolucionismo, el materialismo, el positivismo, etc.; lo cual lo llevó a una revolución antropológica.
En: “El Porvenir de una Ilusión”, de 1927, Freud explicita su psicología de la religión. Dice que el individuo al enfrentarse con la naturaleza y su entorno, se refugia en la religión; y a esta la considera como una ilusión, (la base de necesidad de religión) cuyo factor motivador es la realización de un deseo inconsciente. En esta obra la religión es vista como una neurosis obsesiva universal, que se puede comparar con la neurosis infantil.
En este sentido, para el creador del Materialismo Dialéctico (Marx), las razones principales de la invención de lo religioso son: por un lado, darle un consuelo a los hombres de la miseria y del sufrimiento existente en el mundo, y por otro lado, como herramienta para el control ejercido por la clase dominadora (burguesía) sobre la clase dominada (proletariado).[5]
Para Nietzsche, la creencia en Dios es una consecuencia de la mala vida, de los hombres incapaces de aceptar lo trágico de la vida y del mundo en el que viven. Él lo relaciona con algo que tiene que ver más con la dimensión psicológica: la idea de la existencia de Dios es como un refugio para aquellos que no pueden aceptar la vida.[6]

A partir de “El Malestar en la Cultura”, del año 1930; el término cultura para Freud designa la suma de las producciones e instituciones que distancian nuestra vida de la de nuestros antecesores animales y que sirven a dos fines: proteger al hombre contra la naturaleza y regular las relaciones de los hombres entre sí (Freud, 1930).
La cultura o “superyó cultural”, es provocadora de todos los males sociales y utiliza todos sus medios para lograr la infelicidad en los sujetos.
La cultura tiene como carácter esencial restringir sus posibilidades de satisfacción. Entonces debido a esto el padre del psicoanálisis se plantea diferentes preguntas, como por ejemplo: ¿Será que la cultura contribuye al bienestar de la humanidad o por el contrario, alimenta sus miserias? ¿Cómo surge la cultura? ¿Cuál es su finalidad y por qué genera malestar? ¿En qué consiste y cuál es el origen de ese malestar?
El libro trata sobre el antagonismo entre las exigencias pulsionales y las restricciones impuestas por la cultura, por ejemplo en una carta escrita a Fliess en 1897: “El incesto es antisocial; la cultura consiste en la progresiva renuncia a él” (Freud, 1950ª, Manuscrito N).[7]
La cultura entonces, es caracterizada por los cambios impuestos a las disposiciones del hombre. Algunos instintos son transformados en rasgos de carácter, otros son desplazados de su fin y obligados a satisfacerse de otras formas (sublimación) y en otros casos se llega a una “frustración cultural” por la renuncia a las satisfacciones instintuales.
Lo cultural, persigue el establecimiento de los vínculos que unan a los seres humanos y lo hace a través de la religión. Si a la sociedad se le enseñara que en realidad no existe un Dios, entonces sentirían que no tienen obligación de obedecer algo cultural y seguirían sus pulsiones egoístas y asociales (Freud, 1927). De esta manera, podemos decir que la religión es un magno poder que pretende una perfección posible del individuo y de la humanidad.[8]
Gracias a la fe en la religión, lo que el hombre hace es renunciar a su felicidad para que sea posible una vida social que no termine en una autodestrucción tentada por la pulsión de muerte.
La felicidad es el objetivo de toda conducta humana. Es la aspiración a la evitación del dolor y el displacer; y también a intentar experimentar intensas sensaciones placenteras (pero en realidad lo que se consigue es todo lo contrario.
La cultura en la sociedad es como el superyó: tienen como carácter esencial que los miembros de la comunidad restringen las posibilidades de satisfacción. La cultura no está generada para producir bienestar y placer.
Seguramente seríamos más felices si volviéramos a la vida primitiva y nos resignáramos de la miseria de nuestra cultura.[9]
Entonces el origen del sufrimiento humano es el origen social y esa es la miseria proveniente de la cultura lo que conlleva a una renuncia instintual.
Lo que busca es la restricción de la vida sexual y que la libido tenga un fin inhibido (por ejemplo: “Ama a tu prójimo como a ti mismo”).
De todo esto surge la agresividad en el hombre. La muerte y la agresión constituyen el mayor obstáculo para la cultura, pues ésta es un proceso puesto al servicio de Eros, la que busca la creación de unidad entre los individuos; por eso se ve la evolución de la cultura como una lucha entre Eros y Thanatos.
El superyó “individual” también obliga a renunciar a la satisfacción de los instintos. Éste tortura al yo con angustia y le da oportunidad al mundo exterior para que lo castigue. Este representa las normas sociales y valores de la sociedad en la que vive.
Con esta vigilancia del superyó sobre el yo, se produce el sentimiento de culpabilidad que se origina por el miedo a la autoridad que obliga a renunciar a la satisfacción de los instintos y el temor al superyó que impulsa al castigo.
La culpabilidad está vinculada al origen de la religión y con la hipótesis Darwiniana de la Horda Primordial. Esta horda es el origen de los sistemas totémicos. Ello se debe a un acontecimiento que, según Freud, tuvo que haber ocurrido: en la horda, hubo un jefe severo y celoso que acaparaba todas las mujeres de la horda para que ellas no tuvieran comercio sexual con ninguno de los hombres. Este tema está también vinculado con el segundo tiempo de Lacan, donde el padre es el que dicta la ley. Entonces los hermanos se unieron para darse fuerza y poder matar al jefe de la horda. Luego comieron su cadáver para identificarse con él y que cada uno tuviera un poco de la fuerza del padre.
El padre imaginario es el terrible. Es un padre idealizado y temido, y al ser asesinado se hizo más fuerte que en vida y pasó a ser una ley que está más allá del padre; es un padre simbólico. En cualquier religión, el falo (que tiene que ver con el deseo y con lo que hace falta) es el dios que manda y prohíbe. Es irrepresentable, está más allá. El nombre del padre es la ley, la norma. (Bleichmar, 1984). Entonces en la religión aparecen cosas imaginarias que lo hacen sentir completo al individuo, como una ilusión, de completud.
Pero, los hermanos también amaban al padre (ya que tenían un conflictivo sentimiento ambivalente de amor y odio hacia él) como si fuera un dios y un demonio, es un guía que atemoriza. En “Una experiencia religiosa” de Freud de 1926, se explica una asociación intima entre la conflictividad con el padre y su relación con lo divino. Dios es una sustitución del padre que solo la formación cultural religiosa ha sido capaz de generar. Luego vino el arrepentimiento, naciendo así el sentimiento de culpa en la humanidad, volviéndose así el muerto más fuerte de lo que había sido en vida. A partir de esto también puede deducirse el horror al incesto. Así nació la conciencia moral, pues hay culpa cuando el tótem es violado, y a la misma vez las dos prohibiciones totémicas: no matar al animal totémico y no tener vínculos incestuosos con mujeres del mismo clan (ya que era lo que el padre originariamente prohibía). Con esto también se impedía que los hermanos se pelearan entre sí por las mujeres de su estirpe, lo cual implicaba el riesgo de que apareciera nuevamente un padre tirano, déspota entre ellos (tabú del fratricidio). El tótem, desde el psicoanálisis es, el padre, pues hacia él hay sentimientos ambivalentes: se lo odia (por eso es matado) y se lo ama (por eso es llorado). Para investigar si existe tal ambivalencia sentimental, Freud estudia en detalle los tabúes de los pueblos primitivos, en relación con: el trato dispensado a los enemigos, el tabú de los gobernantes, y el tabú de los muertos.[10]
Pero, ¿Cómo se genera este sentimiento de culpabilidad? El desamparo y el miedo a la pérdida del amor llevan, en principio (al niño) a subordinarse una autoridad ajena (ya que tiene que reprimirse el complejo de Edipo) y a distinguir, en base a ella, entre lo bueno y lo malo. Después, al interiorizar ésta autoridad mediante el superyó (luego de “sepultar” al complejo de Edipo) aparece propiamente la conciencia moral, que es la que vela por el cumplimiento de las exigencias del ideal del yo.
El superyó sería una mezcla entre la conciencia moral (mide algo con su ideal) e ideal del yo. Éste es el precursor de lo que después sería el superyó. Es a lo que pretendemos llegar, metas que nos exigimos llegar, es una pesada carga con la que andamos por la vida.[11]
El complejo de Edipo está así en el surgimiento de todas las religiones e instituciones sociales, y también en el origen de la neurosis, ya que las dos prohibiciones del tótem son justamente los dos crímenes cometidos por Edipo (mató a su padre y tomó por mujer a su madre, pero sin saberlo). Si estos dos deseos no son reprimidos de forma adecuada, darán lugar a la neurosis.
Entonces, no solo podemos hablar de un superyó individual, el cual está en la “mente del individuo” y que sólo es una parte del yo o instancia crítica del psiquismo que se contrapone al resto; sino también que podemos hablar de un “superyó cultural”, provocado por los grandes conductores de cada cultura, que observa y amenaza con castigos y que a través de la religión expresa las prohibiciones, leyes y normas parentales y de la sociedad. Este superyó, establece normas éticas con el fin de eliminar las tendencias agresivas, que dificultan la tarea cultural. No tiene en cuenta si a los hombres les será posible cumplir estos preceptos éticos, sino que parte de que el yo tiene pleno dominio sobre su ello. Esta exigencia puede provocar en el individuo neurosis, rebelión o simplemente infelicidad.
Según Nietzsche, los valores morales no tienen una existencia objetiva, los valores son creados por las personas. El problema es que nos olvidamos de este hecho y entonces los vivimos como si fueran objetivos; sintiendo así que son mandatos que vienen desde afuera; por ejemplo de la ley de Dios, de la Naturaleza o de la conciencia moral.
“El dogmatismo moral consiste precisamente en olvidar que los valores dependen de nosotros, consiste en mantener que tienen una existencia objetiva”.[12]
El término cultura tiende a escala individual a confundirse con todo lo que se ha adquirido (frente a lo innato) y, por lo tanto sería producida por las interacciones humanas. Más allá de los individuos, el concepto de cultura se acerca bastante al de sociedad, entendida no solo como conjunto de individuos, sino como “sujeto” de un proceso de reproducción, de una dinámica de transmisión/innovación de prácticas colectivas y relaciones humanas.[13]
Entonces, la religión aparece como uno de los modos básicos de protección que ofrece la cultura frente a la neurosis. Se podría decir que la religión como práctica social ya nos fue transmitida desde hace mucho tiempo, de generación en generación, porque están fijadas por reglas y unidas a ciertos símbolos. Ofrece una autoridad de la que depender y a la vez una guía para orientarse en la vida. Cubre así la necesidad de apoyo. Pero a su vez se presenta como un oponente al mundo de los deseos y pulsiones del individuo, lo cual provoca infelicidad.








Claudia Crematta,
C.I.: 4.708.09-5



[1] HEINRICH, J., La significación de la noción de cultura, en: El seminario “Psiquiatría, psicoterapia y cultura”: Preámbulos, s.l., 1990.
[2] Ídem.
[3] FREUD, S. Tótem y tabú, Amorrortu Editores, 1913, Pág. 16.
[4] FREUD, S. Tótem y tabú, Amorrortu editores, 1913, Pág. 27.
[5] ARBESÚN, Rolando, Dossier 2, Preparado por Asist. Lic. en Psicología Rolando Arbesún, Universidad de la República, Facultad de Psicología, abril 2008.
[6] En la monografía se indagará más en profundidad sobre la religión, a través de autores como Lèvi- Strauss, Comte, Feuerbach, etc.
[7]FREUD, S. El malestar en la cultura, Bs. As: Editorial Amorrortu, 1930, Pág. 60.
[8] Pero, en “El porvenir de una ilusión”, Freud también da a conocer que la religión ya no establece el mismo poder que antes sobre los individuos, refiriéndose a la cultura cristiano-europea; y que esto se debe a que los hombres parecen menos crédulos. Él da como razón fundamental de este cambio al espíritu científico. Con esto se comienza a renegar más la fe religiosa.
[9] FREUD, Sigmund., El malestar en la cultura, Bs. As: Amorrortu editores, 1930.

[10] Ver Tótem y tabú, 1913, Pág. 42-69.
[11] En la monografía propiamente dicha, se indagará más acerca de estos conceptos y la relación con la cultura y la religión a partir de: “Introducción del Narcisismo” (1914), la 31º Conferencia llamada “La descomposición de la personalidad psíquica” y “El yo y el ello” (1923) de Sigmund Freud y también a través de otros autores.
[12] ARBESÚN, Rolando, Dossier 2, Preparado por Asist. Lic. en Psicología Rolando Arbesún, Universidad de la República, Facultad de Psicología, abril 2008.
[13] HEINRICH, J., La significación de la noción de cultura, en: El seminario “Psiquiatría, psicoterapia y cultura”: Preámbulos, s.l., 1990.

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