martes, 28 de octubre de 2008

“EL SUPERYÓ CULTURAL O SIMBÓLICO”.

“… el hombre no “hace” el universo a su antojo, el más
allá o el más acá del hombre, es decir, las exigencias en
las que el ser y el medio se encuentran, condicionan la
inteligencia y la disposición humana…”
(Tomado de “Introducción al etnocidio”, de Robert
Jaulin, en: La paz blanca, ed. Tiempo contemporáneo,
Bs.As., 1973.)



Introducción:


En la siguiente monografía se intentará llevar a cabo un recorrido bibliográfico y una reflexión sobre el “superyó cultural o simbólico”, la religión (como estrategia para la renuncia a los impulsos instintuales); y las diferentes prohibiciones morales y religiosas, como obligaciones culturales, a partir de las obras de Sigmund Freud y otros autores vinculados con el tema en cuestión.

La cultura puede considerarse como una forma o un producto específico de la vida social humana, (en oposición a la vida de los “animales”) y de la inserción de esta especie en la naturaleza. Una concepción más popular de esta palabra la convierte en un atributo individual, consecuencia de la educación, que contribuye eminentemente a la formación de la individualidad. Por otra parte, referido a la noción de instrucción o “tener cultura”.
La cultura se compone por elementos en interacción: lo cotidiano, los hábitos, las mentalidades, las costumbres, las normas (los tipos ideales de comportamientos valorados por el grupo), los sistemas de símbolos, etc. Algunos autores agregarán que la cultura es igual a civilización (B. Taylor), lo cual otros refutarán (G. Stocking), y otros concluirán que “la cultura es una herencia social” (R. linton).
Entonces, la cultura sería lo que “… alude a las tradiciones aprendidas y socialmente adquiridas (…) se refiere al estilo de vida total, socialmente adquirido, de un grupo de personas, que incluye los modos pautados y recurrentes de pensar, sentir y actuar.”

En cuanto al psicoanálisis, las obras Freudianas relacionadas con “el superyó cultural” que se tratarán en la siguiente monografía son: Tótem y tabú, de 1913, en la cual dirige su atención hacia los fenómenos socio-psicológicos.
Aquí propone una hipótesis polémica sobre el origen de la humanidad y de sus instituciones sociales y religiosas. Sostiene que la aparición de las estructuras sociales, de las restricciones morales y de lo religioso está unida a un Complejo de Edipo que llama “Colectivo”. También lo relaciona con la Horda Primordial de los hombres salvajes, donde la figura paternal se ve como un tótem, dando lugar al primer tabú como base de la religión: prohibición de matar al animal totémico y prohibición del incesto, como normas (tipos ideales de comportamientos valorados por determinado grupo) morales y religiosas. Estas hacen posible el surgimiento de la sociedad a partir de la renuncia a los instintos o pulsiones para poder lograr la convivencia humana, impuesta por el principio de realidad.
En “El Porvenir de una Ilusión”, de 1927, Freud explicita su psicología de la religión. Dice que el individuo al enfrentarse con la naturaleza y su entorno, se refugia en la religión; y a esta la considera como una ilusión, (la base de necesidad de religión) cuyo factor motivador es la realización de un deseo inconsciente.
En esta obra la religión es vista como una neurosis obsesiva universal, que se puede comparar con la neurosis infantil. Freud considera que el consuelo de la ilusión religiosa para soportar los problemas de la vida no es necesario, y que a diferencia de la religión, la ciencia no es algo ilusorio, aunque también aclara que la ilusión no es un error.
Otra de las obras de Freud vinculada con el superyó cultural es la llamada “El Malestar en la cultura”, del año 1930. Aquí el término cultura para Freud designa la suma de las producciones e instituciones que distancian nuestra vida de la de nuestros antecesores animales y que sirven a dos fines: proteger al hombre contra la naturaleza y regular las relaciones de los hombres entre sí (Freud, 1930).
La vida humana tiene como carácter esencial restringir sus posibilidades de satisfacción. Entonces debido a esto el padre del psicoanálisis se plantea diferentes preguntas, como por ejemplo: ¿Será que la cultura contribuye al bienestar de la humanidad o por el contrario, alimenta sus miserias? ¿Cómo surge la cultura? ¿Cuál es su finalidad y por qué genera malestar? ¿En qué consiste y cuál es el origen de ese malestar?
El libro trata sobre el antagonismo entre las exigencias pulsionales y las restricciones impuestas por la cultura, por ejemplo en una carta escrita a Fliess en 1897: “El incesto es antisocial; la cultura consiste en la progresiva renuncia a él” (Freud, 1950ª, Manuscrito N).
La cultura entonces es caracterizada por los cambios impuestos a las disposiciones del hombre. Algunos instintos son transformados en rasgos de carácter, otros son desplazados de su fin y obligados a satisfacerse de otras formas (sublimación) y en otros casos se llega a una “frustración cultural” por la renuncia a las satisfacciones instintuales.


DESARROLLO

Tótem y Tabú: autoridad y prohibición.

La vida de los salvajes es un estadio previo de nuestro propio desarrollo cultural. Aquí podemos encontrar concordancias entre la psicología del salvaje y la del neurótico.
Para explicar esto Freud toma el ejemplo de los salvajes de Australia. Ellos se rigen por el totemismo, el cual toma el lugar de las instituciones religiosas y sociales.
Un tótem es un animal comestible pero, también puede ser una planta o una fuerza natural como la lluvia, el agua, etc. Es un antepasado benefactor y protector que une a los miembros de la estirpe más que los mismos lazos de sangre.
En cada tótem siempre está la norma de la exogamia, o sea la prohibición del vínculo sexual entre los miembros del mismo clan totémico.
Si alguien viola la norma, toda la tribu lo castiga como si se estuviera defendiendo de una seria amenaza o enfermedad. En Australia el castigo por mantener relaciones sexuales con una persona de un clan prohibido es la muerte. En algunos casos el castigo por cometer incesto con una hermana es ser ahorcado. “…los nativos muestran horror a la sola idea de violar las reglas de la exogamia y que creen firmemente que el incesto de clan puede ir seguido de llagas, enfermedades e incluso la muerte.”
“La prohibición exogámica es una de las piedras angulares del totemismo, del derecho matriarcal y del sistema clasificatorio del parentesco. Todas las hembras del clan de un hombre son llamadas hermanas por éste y le son prohibidas como tales.”
El tótem se puede relacionar con los sistemas simbólicos. Éstos dan sentido a un modo de vida y expresan la imagen de la sociedad en que cada miembro se reconoce relativamente. El símbolo se presenta como la asociación social particular de un soporte concreto (objeto, imagen, palabra) con una significación abstracta que posee una carga afectiva, emocional y también el “potencial de algo sagrado”, como lo es el Tótem. En relación al discurso social común, los sistemas simbólicos son cristalizaciones mientras que los conjuntos de representaciones funcionan más bien como campos de fuerza, no “visibles”. Entonces estos símbolos están en estrecha interacción con las representaciones de una sociedad.
El Tótem es heredado en línea materna o paterna. Si el Tótem se hereda de la madre, entonces los hijos no podrán tener comercio sexual ni con su madre ni con sus hermanas, ya que son del mismo Tótem y viceversa.
La prohibición del incesto va más allá, ya que también la iglesia católica prohíbe el casamiento de primos entre sí.
El grupo totémico pertenece al “sistema clasificatorio”, lo cual significa que un hijo llama “padre” no solo a quien lo engendró, sino a cualquier hombre que pudiera haberse casado con su madre. Llama “hermano” no solo a los hijos verdaderos de sus padres, sino a los hijos de todas las personas nombradas, que mantienen con él una relación parental de carácter grupal, etc.
A esto se lo puede relacionar con el cristianismo, ya que sus miembros llaman “hermanos” a otros miembros de la misma institución.
El clan totémico junto a otras estirpes forman una unidad mayor llamada sub-fratría, y dos de estas últimas forman a su vez una fratría. Fratría y sub-fratría son exógamas entre sí. Sin embargo, algún miembro de la fratría uno, solo puede tener relaciones sexuales con alguno de la fratría dos y no con una sub- fratría de su misma fratría, lo cual está muy limitado por la exogamia. De todo esto cabe destacar el horror que sienten los australianos al incesto, tal vez porque en ellos la tentación es mayor, y por eso les hace falta una protección más amplia. (Freud, S. 1913).
Para que la prohibición del incesto sea posible, es necesaria la existencia de una serie de costumbres normativas, denominadas “evitaciones”. Estos mandamientos suelen ser muy exigentes, ya que la tentación es muy grande, lo cual podría llevar incluso a cometer incesto con la suegra. La norma de la evitación combate las fantasías del incesto, que son inconscientes.
El psicoanálisis permite entender el “horror al incesto” como un rasgo infantil, que concuerda llamativamente con la vida anímica del neurótico, ya que este inhibió su desarrollo regresando a la etapa infantil en una fijación incestuosa, que la persona normal reprimió. Esta etapa infantil es la llamada fálica, donde se da el complejo de Edipo. Aquí se señala la primera elección de objeto sexual, que es incestuosa (la madre o el padre). Y luego: “…en lugar de la instancia parental aparece el superyó que ahora observa al yo, lo guía y lo amenaza, exactamente como antes lo hicieron los padres con el niño.”
La palabra “Tabú” es totalmente relacionable al tema en cuestión, es una palabra polinesia que significa “sagrado” por una parte, y por otra “prohibido y peligroso”; la llamada figura totémica que en el caso edípico es parental. Pero no es algo prohibido por un dios, sino que es la norma misma quien prohíbe, y con el tiempo el tabú empezó a prohibir por sí solo.
“Las prohibiciones de tabú carecen de fundamentación…”. Según Wundt (1906) se supone que el tabú es más antiguo que los dioses, y se remonta a las épocas anteriores a cualquier religión.
Cabe analizar esto como una posible hipótesis de que nos limitamos y sometemos a cosas que se prohíben, que no sabemos ni por qué y que ni pensamos en cuestionarlo, sino que estamos convencidos de que si las violamos se nos castigará.
Wundt, dice que el tabú surge como consecuencia de la creencia de los pueblos primitivos en poderes diabólicos, porque le tienen horror al demonio, pero según Freud, los demonios y los dioses no existen, son creaciones de las fuerzas anímicas del hombre, fueron creados por algo y desde algo. (Freud, S. 1913).
En el cuarto ensayo, Freud trae a su obra a Frazer. Para éste, el totemismo es tanto un sistema religioso como social. Religioso porque apunta al vínculo de mutuo respeto y protección, entre un hombre y su tótem; y social porque regula las relaciones entre los hombres. También dice que los miembros del linaje por regla general creen que descienden de él. (Freud, S. 1913). Y, esto es típico de las instituciones religiosas.
Ahora bien, ¿de dónde surge el horror al incesto? Evidentemente no es una repugnancia hacia el comercio sexual entre parientes de la misma sangre, porque hoy en nuestra sociedad (y en la de Freud también) este no es un suceso raro.
La respuesta está en la costumbre y en la ley que es impuesta por algo externo.



Religión: un magno poder y una neurosis universal.


El psicoanálisis nos muestra el tabú en los enfermos obsesivos. Estos se encuentran llenos de tabúes a los que obedecen tanto como los salvajes. Hay concordancias entre las prohibiciones obsesivas neuróticas y los tabúes, como por ejemplo, que son igualmente inmotivadas, y de enigmático origen, y además impuestas desde dentro del sujeto. No solo prohíben cierta acción sino también el mismo pensar en hacerla. Los enfermos obsesivos al igual que los salvajes actúan como si las personas tabúes fueran portadoras de una enfermedad contagiosa y buscan anular la influencia de lo prohibido. Freud da el ejemplo de una persona que reprimió su placer al contacto, creándose a sí un conflicto, donde la persona se dice inconscientemente: “deseo tocar pero está prohibido hacerlo (es tabú)”. Pero, según Freud: “…en modo alguno han cancelado el vínculo erótico con personas y cosas. Aún lo conservan en la fantasía; vale decir: han sustituido los objetos reales por objetos imaginarios de su recuerdo o los han mezclado con estos…” , como por ejemplo la religión.
Por otro lado, “Como en el tabú, la prohibición rectora y nuclear de la neurosis es la del contacto; de ahí la designación: angustia de contacto, delire de toucher”.
Estas prohibiciones tabú son ambivalentes, en lo inconsciente les gustaría violarlas, pero a la misma vez temen hacerlo, por el castigo de la culpabilidad. Tienen miedo porque les gustaría hacerlo, y el miedo es más intenso que el placer; pero este placer en el salvaje como en el neurótico es inconsciente.
La culpabilidad está vinculada al origen de la religión y con la hipótesis Darwiniana de la Horda Primordial. Esta horda es el origen de los sistemas totémicos. Ello se debe a un acontecimiento que, según Freud, tuvo que haber ocurrido: en la horda, hubo un jefe severo y celoso que acaparaba todas las mujeres de la horda y que ellas no tuvieran comercio sexual con ninguno de los hombres. Este tema está también vinculado con el segundo tiempo de Lacan, donde el padre es el que dicta la ley. Entonces los hermanos se unieron para darse fuerza y poder matar al jefe de la horda. Luego comieron su cadáver para identificarse (“una asimilación de un yo a un yo ajeno” ) con él y que cada uno tuviera un poco de la fuerza del padre.
Con referencia e esto, Freud habla de que este yo se comporta como el otro, lo imita; llegando a comparar (el autor) la identificación con la incorporación oral canibalística, de la persona ajena. Y en este sentido, da la explicación del origen de la identificación en la horda primordial: “cuando el varoncito se ha identificado con el padre, quiere ser como el padre; cuando lo ha hecho objeto de su elección, quiere tenerlo, poseerlo.”
Entonces, cuando los hermanos de la horda, ven que su padre es poseedor de todas las mujeres quieren ser como él, lo cual refiere a la 1º identificación del ser humano. Esta es directa (no sexual), anterior a la investidura de objeto (elección), organizadora del yo (el yo se forma desde una imagen modelo del padre), la ligazón de la identificación recae sobre el sujeto y es pre-edípica (anterior al superyó), por eso se dice que el superyó es el portador de esta identificación. Pero, como el padre no permite que esos otros miembros sean poseedores de las hembras, porque son sólo de él, los miembros de la horda primordial ante la situación, lo atacan, devorándolo, y aquí se da el surgimiento de la identificación caníbal, un acto de identificación salvaje referido a la prehistoria, a lo filogenético.
El padre imaginario es el terrible. Es un padre idealizado y temido, y al ser asesinado se hizo más fuerte que en vida y pasó a ser una ley que está más allá del padre; es un padre simbólico. En cualquier religión el falo (que tiene que ver con el deseo y con lo que hace falta) es el dios que manda y prohíbe. Es irrepresentable, está más allá. El nombre del padre es la ley, la norma. (Bleichmar, 1984). Entonces en la religión aparecen cosas imaginarias que lo hacen sentir completo al individuo, como una ilusión, genera una ilusión de completud.
Pero, los hermanos también amaban al padre (ya que tenían un conflictivo sentimiento ambivalente de amor y odio hacia él) como si fuera un dios y un demonio, es un guía que atemoriza.
En “Una experiencia religiosa” de Freud de 1926, se explica una asociación intima entre la conflictividad con el padre y su relación con lo divino. Dios es una sustitución del padre que solo la formación cultural religiosa ha sido capaz de generar. Luego vino el arrepentimiento, naciendo así el sentimiento de culpa en la humanidad, volviéndose así el muerto más fuerte de lo que había sido en vida. A partir de esto también puede deducirse el horror al incesto.
Así nació la conciencia moral, pues hay culpa cuando el tótem es violado, y a la misma vez las dos prohibiciones totémicas: no matar al animal totémico y no tener vínculos incestuosos con mujeres del mismo clan (ya que era lo que el padre originariamente prohibía). Con esto también se impedía que los hermanos se pelearan entre sí por las mujeres de su estirpe, lo cual implicaba el riesgo de que apareciera nuevamente un padre tirano, déspota entre ellos (tabú del fratricidio).
Por ejemplo, en el cristianismo se da el sentimiento de culpa porque un hijo se coloca en el lugar de Dios y ofrece su vida para salvarnos de nuestros pecados. El pecado original es haber matado al padre: “Dios hace al hombre a su imagen y semejanza”, lo cual sería al revés. Freud ve a Dios como la figura del padre. Todos los dioses derivan de esa devoción al padre, la religión para Freud es una figura interiorizada del padre como un guía espiritual.
El tótem, desde el psicoanálisis es, el padre, pues hacia él hay sentimientos ambivalentes: se lo odia (por eso es matado) y se lo ama (por eso es llorado). Para investigar si existe tal ambivalencia sentimental, Freud estudia en detalle los tabúes de los pueblos primitivos, en relación con: el trato dispensado a los enemigos, el tabú de los gobernantes, y el tabú de los muertos.
El complejo de Edipo esta así en el surgimiento de todas las religiones e instituciones sociales, y también en el origen de la neurosis, ya que las dos prohibiciones del tótem son justamente los dos crímenes cometidos por Edipo (mató a su padre y tomó por mujer a su madre, pero sin saberlo). Si estos dos deseos no son reprimidos de forma adecuada, darán lugar a la neurosis.
Según Freud hay diferencias entre salvajes y neuróticos. Estos sustituyen las acciones por pensamientos, y el primitivo, convierte los pensamientos en acciones. Otra diferencia según Freud es que, si el salvaje viola el tabú, el castigo lo recibirán todos, pero si el neurótico lo viola, otro será quien sufrirá el castigo, que generalmente es un ser allegado o amado y no él mismo. Por esto se lo denomina como un “altruista”, pero en realidad lo que hace es desplazar su angustia de la muerte propia sobre otro.
Otra diferencia es que, en los neuróticos obsesivos la prohibición recae sobre las pulsiones sexuales (ya que no están aceptadas y de ellas surgen las leyes, por ejemplo, “no matarás”); mientras que en los primitivos recae sobre una pulsión social (el poder de dominar). La esencia a-social de la neurosis radica en que el sujeto se refugia en una realidad fantaseada como lo es la religión (una ilusión) para huir de una realidad insatisfactoria, los problemas de la vida misma. “Cuando el adolescente nota que le está deparado seguir siendo un niño, que nunca podrá prescindir de la protección frente a hiperpoderes ajenos, presta a estos los rasgos de la figura paterna, se crea los dioses ante los cuales se atemoriza, cuyo favor procura granjearse y a quienes, empero, trasfiere la tarea de protegerlo”.
Entonces el significado psicológico de las representaciones religiosas es que son enseñanzas enunciadas sobre hechos exteriores o interiores, que comunican algo que uno mismo no ha descubierto y demandan creencia en algo. (Freud, 1927).
La oración muestra este fenómeno de creencia. El dios al que se reza no es el de los teólogos, el de los filósofos, o el de las escrituras; es un dios íntimamente vinculado a la propia historia de una persona determinada. En la representación imaginaria de él entran elementos conscientes e inconscientes, datos de la vida adulta y también provenientes del desarrollo temprano infantil. La oración es el nexo para la expresión de lo único, profundo y personal del individuo. Pero entonces, ¿por qué se cree? Según Freud se cree, porque ya nuestros antepasados creyeron en ellos, también porque hay pruebas que nos son transmitidas desde hace mucho tiempo y porque está prohibido cuestionar esos dogmas.
En este sentido, para el creador del Materialismo Dialéctico (Marx), las razones principales de la invención de lo religioso son: por un lado, darle un consuelo a los hombres de la miseria y del sufrimiento existente en el mundo, y por otro lado, como herramienta para el control ejercido por la clase dominadora (burguesía) sobre la clase dominada (proletariado).
Para Nietzsche, la creencia en Dios es una consecuencia de la mala vida, de los hombres incapaces de aceptar lo trágico de la vida y del mundo en el que viven. Él lo relaciona con algo que tiene que ver más con la dimensión psicológica: la idea de la existencia de Dios es como un refugio para aquellos que no pueden aceptar la vida.
También existen otros autores en este debate sobre la religión. Es el ejemplo del antropólogo francés Claude Lèvi-Strauss, el cual considera que el cristianismo tiene su base en lo mitológico y que su éxito se debe a factores socio-históricos, no sobrenaturales. El autor concluye que el cristianismo será superado con el desarrollo de la humanidad.
Otro de los autores destacados en cuanto al tema, es el filósofo alemán, antropólogo y crítico de la religión Feuerbach. Este rechaza la inmortalidad del alma y dice que la religión y la teología son antropología enmascarada. La religión es una forma de alienación del hombre, con esto se podría decir que este es el autor que anticipa las ideas marxistas de religión como alienación.


La cultura en la sociedad es como el superyó

Freud considera que la religión muestra todas las características de ese fenómeno psicológico denominado ilusión. Una de las características esenciales de la ilusión es la de tener como punto de partida los deseos humanos. También reconoce que las ilusiones pueden contribuir de alguna forma al bienestar del ser humano evitando el displacer y proporcionando satisfacción. La religión es una forma de ilusión. Pero, no es la única realidad que Freud califica con ese nombre; también habla de la noción de progreso, las instituciones políticas, las relaciones entre los sexos, la confianza en la ciencia, y lo utópico, propio del marxismo y el anarquismo.
La cultura persigue el establecimiento de los vínculos que unan a los seres humanos y lo hace a través de la religión. Si a la sociedad se le enseñara que en realidad no existe un Dios, entonces sentirían que no tienen obligación de obedecer algo cultural y seguirían sus pulsiones egoístas y asociales (Freud, 1927). Entonces podemos decir que la religión es un magno poder que pretende una perfección posible del individuo y de la humanidad toda.
Gracias a la fe en la religión lo que el hombre hace es renunciar a su felicidad para que sea posible una vida social que no termine en una autodestrucción tentada por la pulsión de muerte.
La felicidad es el objetivo de toda conducta humana. Es la aspiración a la evitación del dolor y el displacer; y también a intentar experimentar intensas sensaciones placenteras (pero en realidad lo que se consigue es todo lo contrario). La vida humana en común solo será posible si llega a reunirse una mayoría más poderosa que cada uno de los individuos. Seguramente seriamos más felices si volviéramos a la vida primitiva y nos resignáramos de la miseria de nuestra cultura.
La cultura en la sociedad es como el superyó: tienen como carácter esencial que los miembros de la comunidad restringen las posibilidades de satisfacción. La cultura no está generada para producir bienestar y placer.
Entonces el origen del sufrimiento humano es el origen social y esa es la miseria proveniente de la cultura lo que conlleva a una renuncia instintual.
Lo que busca es la restricción de la vida sexual y que la libido tenga un fin inhibido (por ejemplo: “Ama a tu prójimo como a ti mismo”).
Como consecuencia surge agresividad en el hombre. La muerte y la agresión constituyen el mayor obstáculo para la cultura, pues esta es un proceso puesto al servicio de Eros, la que busca la creación de unidad entre los individuos; por eso se ve la evolución de la cultura como una lucha entre Eros y Thanatos. En referencia a esto según Freud: “…el ser humano enferma a raíz del conflicto entre las exigencias de la vida pulsional y la resistencia que dentro de él se eleva contra ellas…”
El superyó “individual” también obliga a renunciar a la satisfacción de los instintos. Éste tortura al yo con angustia y le da oportunidad al mundo exterior para que lo castigue. Este representa las normas sociales y valores de la sociedad en la que vive.
Con esta vigilancia del super-yó sobre el yo se produce el sentimiento de culpabilidad que se origina por el miedo a la autoridad que obliga a renunciar a la satisfacción de los instintos y el temor al super-yó que impulsa al castigo.
Pero, ¿Cómo se genera este sentimiento de culpabilidad? El desamparo y el miedo a la pérdida del amor llevan, en principio (al niño) a subordinarse una autoridad ajena (ya que tiene que reprimirse el complejo de Edipo) y a distinguir, en base a ella, entre lo bueno y lo malo. Después al interiorizar esta autoridad mediante el super-yó, aparece propiamente la conciencia moral.
El superyó sería una mezcla entre la conciencia moral (mide algo con su ideal) e ideal del yo. Éste es el precursor de lo que después sería el superyó, y es por lo tanto “la herencia del complejo de Edipo”. Es a lo que pretendemos llegar, metas que nos exigimos llegar, y es en ese ideal del yo, donde hay puesto algo del narcisismo primario. ; como por ejemplo las aspiraciones, determinadas metas o mandamientos; los cuales son ideales que nos proponemos.
El superyó “Es también el portador del ideal del yo con el que el yo se mide, al que aspira a alcanzar y cuya exigencia de una perfección cada vez mas vasta se empeña en cumplir.”
Entonces, no solo podemos hablar de un super-yó individual, sino también que podemos hablar de un “super-yó cultural”, provocado por los grandes conductores de cada cultura. Este establece normas éticas con el fin de eliminar las tendencias agresivas, que dificultan la tarea cultural. No tiene en cuenta si a los hombres les será posible cumplir estos preceptos éticos, sino que parte de que el yo tiene pleno dominio sobre su ello. Esta exigencia puede provocar en el individuo neurosis, rebelión o simplemente infelicidad.
Según Nietzsche, los valores morales no tienen una existencia objetiva, los valores son creados por las personas. El problema es que nos olvidamos de este hecho y entonces los vivimos como si fueran objetivos; sintiendo así que son mandatos que vienen desde afuera; por ejemplo de la ley de Dios, de la naturaleza o de la conciencia moral.
“El dogmatismo moral consiste precisamente en olvidar que los valores dependen de nosotros, consiste en mantener que tienen una existencia objetiva”.
El término cultura tiende a escala individual a confundirse con todo lo que se ha adquirido (frente a lo innato) y, por lo tanto sería producida por las interacciones humanas. Más allá de los individuos, el concepto de cultura se acerca bastante al de sociedad, entendida no solo como conjunto de individuos, sino como “sujeto” de un proceso de reproducción, de una dinámica de transmisión/innovación de prácticas colectivas y relaciones humanas.
Entonces, la religión aparece como uno de los modos básicos de protección que ofrece la cultura frente a la neurosis. Se podría decir que la religión como práctica social ya nos fue transmitida desde hace mucho tiempo, de generación en generación, porque están fijadas por reglas y unidas a ciertos símbolos. Ofrece una autoridad de la que depender y a la vez una guía para orientarse en la vida. Cubre así la necesidad de apoyo. Pero a su vez se presenta como un oponente al mundo de los deseos y pulsiones del individuo, lo cual provoca infelicidad.



Conclusión:


Para concluir, entonces la religión surge, según Freud, desde los primeros momentos asociado a la neurosis obsesiva.
Se atreve a señalar, desde una perspectiva psicoanalítica, que la neurosis debe ser considerada como una religión individual y la religión como una neurosis obsesiva universal. La conciencia religiosa proviene de un colectivo complejo de Edipo, explicando su origen a partir de la horda primordial, donde se da el sentimiento de culpa. La prohibición de matar al animal totémico, sustituto del padre, en cierto sentido es levantada con el banquete sacrificial, donde el religioso al comer el animal, se identifica con el Padre-Dios (quiere ser él), pues come de su carne. Esta obsesión (culpa) es la raíz de la religiosidad. Después de la devoración del padre o tótem, se satisfacen los sentimientos hostiles que es la incorporación de la ley, el superyó.
El complejo de Edipo (como algo endocultural y filogenético), fundado en el deseo de todo niño de asesinar a su padre y casarse con su madre, y que una vez cometido el crimen la culpa impulsa al castigo. Entonces la base del superyó sería: “no matarás a tu padre y no amarás a tu madre”. Es la base del complejo Paterno amor-odio. Esa autoridad de los padres va a ser la continuación de la ley del padre- el superyó.
En opinión de Freud el hombre actual puede inventar medios mas adecuados que la religión para abordar los problemas de la vida. El hombre no puede permanecer eternamente niño, el infantilismo debe ser vencido y superado.
Entonces, la cultura o “super-yó cultural” es provocadora de todos los males sociales y utiliza todos sus medios para lograr la infelicidad en los sujetos.









Claudia Crematta,
C.I.: 4.708.209-5

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